Poema a la ciudad

La ciudad nunca defrauda; especialmente, la natal. Su compañía es, sin duda, una fiel colaboradora en nuestra andadura por la vida. Sin olvidar la ilustre poesía que, al observar su anatomía, deleita nuestros ojos.

Los siguientes versos son un sentido homenaje al espíritu urbano que se oculta tras los ladrillos. Sin más, le dejo con el texto. 

La plaza inerte

Aquella manía de permanecer quieta ayudaba.
Irremediablemente, con el paso del tiempo se había vuelto fumadora pasiva.
El tráfico, los cigarrillos y algún suspiro llenaban de humo la plaza.
Un aura de niebla se mezclaba con las luces.
El ambiente de la mañana ocultaba su rostro bajo un manto denso.
Desde niño paseaba por allí.
Nadie mejor que yo sabía cómo se había deteriorado.
Su suelo tenía el aspecto de los pulmones que fuman, día a día,
las costumbres de la ciudad.
Una vez al año, recuerdo sentarme frente a ella y ver cómo el tiempo pasa.
Mientras ella se ahogaba, yo averiguaba qué decir.
Sin embargo, nunca le dije nada.

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Ahora te comparto una variante del poema de la anterior sección. Esta versión está recitada y acompañada de música e imágenes hipnóticas.

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Juan Fernández Vicente
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